El nuevo orden que caracterizará a la vida internacional de los Estados y de otros actores del globo, priorizará los temas científicos y tecnológicos ligados a la salubridad. Nada como la preocupación humana por preservar su existencia. El azote de la pandemia los ha remecido y revoloteado. Por primera vez -esa es la diferencia con la sociedad mundial postwestfaliana que vio parir al Estado moderno todopoderoso-, las naciones progresivamente deberán aceptar la subordinación de sus agendas ante las impuestas por la nueva realidad planetaria en que la ONU será más protagonista. Atrás quedó el desprecio por las potencias, principalmente, de las reuniones cumbres sobre nuestro destino, miradas retóricamente y sin punche, como la del milenio, convocada por la ONU (2000), que aprobó esperanzadamente los objetivos de desarrollo sostenible. No será fácil porque la terquedad de los gobernantes, apenas hallada la vacuna que controle al Covid-19, los hará volver a las prácticas del unilateralismo enmascarado por la vorágine de los bloques apapachados por la globalización. La pandemia dejará a su paso haber remecido las estructuras de la gobernanza político-social por el poder mundial, pues viviremos en un planeta definidamente plano y no porque reavivemos la tesis de Ptolomeo, sino porque las pugnas por el status de superpotencia no solo desgastará a sus principales rivales (EE.UU. y China), enfebrecidos en imputaciones mutuas por la pandemia, sino que permitirá la emersión de otros como la India, sellando el mundo multipolar.

TAGS RELACIONADOS