La crisis social y económica generada por la pandemia del COVID-19 ha mostrado los problemas del Estado para solucionar temas como el de la salud o el de las necesidades básicas de los peruanos. No han sido pocas las manifestaciones de la gente contra esta situación, aunque el peligro mayor es el desgaste del sistema. El analista político y económico Moisés Naim decía que la degradación del poder fomenta la aparición de criminales que atentan contra la seguridad de una nación y de personas que erosionan la estabilidad de la democracia.

En el Perú, se ha visto en los últimos días del activismo de Antauro Humala. Pese a cumplir condena por el “Andahuaylazo”, se las ingenió para ganar protagonismo y anunciar que el próximo año postulará a la presidencia de la República. Por supuesto, tiene a sus lugartenientes en el Congreso y a simpatizantes en las calles. Se enfrentan al sistema desde el resentimiento y no desde la lucidez, descalificando, atacando y generando el caos, un escenario ideal para lograr réditos políticos.

La clase política debe estar alerta. Tiene que reconocer errores y generar acuerdos y consensos para superar este grave panorama. De nada sirve “tirarle barro al otro para sentirse más limpios”. Se hace urgente la unidad para que el sistema democrático y sus instituciones no se vayan al abismo.