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Es una pena decirlo, pero la inseguridad ciudadana se ha convertido en un monstruo de mil tentáculos que avanza inexorablemente -regando sangre y engullendo víctimas- ante la pasividad de un Estado anquilosado y dedicado al mero maquillaje de este y otros problemas coyunturales.

Algunas pruebas al canto: a diario secuestran, violan y matan niños; asaltan bancos con una facilidad aterradora y en tiempo récord; proliferan las bandas de crimen organizado (“Sicariato juvenil: 14 menores murieron baleados en el Callao”, tituló ayer El Comercio); estafan a los sufridos jubilados con diversas modalidades; y, ahora, tener un teléfono celular implica llevar la vida en la mano.

El general Vicente Romero reemplazó a Carlos Basombrío, el ministro de las recompensas; sin embargo, no se percibe aún en el Mininter alguna decisión que denote un punto de quiebre o cambio de estrategia en la lucha contra el hampa. Falta ese golazo que alguna vez le prometió Urresti a Humala y que tampoco cumplió. Y apúrese, porque Kuczynski necesita salvavidas con urgencia.

El propio Duberlí Rodríguez, presidente del Poder Judicial ni más ni menos, ha sido amenazado de muerte luego de salir en defensa de la Reserva Natural de Chaparrí, en Lambayeque.

Precisamente, hay muchas críticas hacia el PJ y el Ministerio Público porque son demasiado blandos cuando tienen entre manos a esta gama de facinerosos.

Las próximas elecciones generales, adelantadas o no, las ganará el candidato que garantice resultados concretos en seguridad y no tiros al viento. Échense a buscar.