A pocos días de nuestras fiestas patrias, el indulto al expresidente Fujimori abre la posibilidad de un real entendimiento entre las dos principales fuerzas políticas del país. El indulto también permitiría al presidente Kuczynski demostrar que el perdón es posible en el Perú.

Siendo esto así, y siendo el principal deber de todo hijo luchar por sus padres, no se entiende que la actual jefa de Fuerza Popular haya evitado que el proyecto de ley que hubiese permitido la excarcelación de su padre prospere, y tampoco que ahora ella excluya al indulto de sus conversaciones con el Presidente de la República. Su primer tema de agenda debería ser solicitar el indulto para su padre.

El indulto es una prerrogativa presidencial que el presidente Kuczynski podría emplear para construir un clima de entendimiento y un esquema de colaboración política. Para ello, la actitud de Keiko, como la de Kenji, debe ser muy humilde y sincera. La creación de confianza para cambiar radicalmente la relación que existe con el Poder Ejecutivo es algo que Keiko o Kenji tienen que ser capaces de lograr.

PPK también debe advertir que la izquierda y los caviares nunca lo van a apoyar y que, en cambio, buena parte de los integrantes de la actual bancada de Fuerza Popular -esta vez liderados por el propio expresidente Fujimori y por su hijo Kenji- sí están dispuestos a hacerlo. Kenji ha demostrado a lo largo del último año que él si entiende de política y que el rol de su partido es ayudar, no molestar. Es interesante que Kenji tome los ataques con inteligencia y con humor y no albergue ningún resentimiento.

La fórmula legal y política del indulto es impecable. Con ello PPK lograría tener no solamente la gratitud eterna de buena parte de los peruanos y especialmente de quienes se preocupan por el principal líder del fujimorismo, sino congresistas que brinden un apoyo real y total al Gobierno, asegurando así el éxito del mismo. El asunto es que si esto ocurre, Keiko corre el riesgo de perder el control de la organización fujimorista. ¿Estará dispuesta a ello? ¿A arriesgarlo todo por salvar a su padre y a darle gobernabilidad al país? ¿Podrá rodearse de gente buena e inteligente y dejar de lado a algunos resentidos e impresentables que solamente buscan la confrontación? Esperamos que sí.

En este orden de ideas y superado el pleito, el siguiente paso sería la conformación de un nuevo gabinete, esta vez integrado no solamente por gente allegada al gobierno y por caviares que odian a Fujimori, sino por independientes y gente de bien y, por qué no, por profesionales intachables de primer nivel propuestos por un fujimorismo que obre con madurez. Un cogobierno o una coalición parece ser el camino para darle un rumbo al país y clase a nuestra política.