Recientemente se celebró el Día de la Bandera, una ocasión solemne que la presidenta Dina Boluarte aprovechó para afirmar que sigue el legado del Coronel Francisco Bolognesi, declarando que “a pesar de las dificultades, nos mantenemos firmes en el objetivo de seguir trabajando por un país seguro, unido y solidario”. Estas palabras, sin embargo, parecen desconectadas de la realidad que vive el Perú.
¿Un país seguro? La realidad cotidiana de los peruanos desmiente esta afirmación. ¿Solidario? Tal vez, pero solo con los congresistas. ¿Unido? En eso, Boluarte no se equivoca: el país parece unido, pero en su contra. Este rechazo se hizo evidente en Huancavelica, donde un grupo de ciudadanos desfiló el 7 de junio con pancartas pidiendo cárcel para la presidenta.
El descontento hacia la mandataria es palpable en todo el país. No es sorprendente, entonces, que solo el 5% apruebe su gestión, mientras que un abrumador 91% la rechaza, según la última encuesta de Datum. Este nivel de desaprobación supera incluso al registrado durante el primer gobierno de Alan García, considerado uno de los peores de la historia, con un 6% de aprobación y un 90% de rechazo. Es un triste récord para Boluarte, quien ha permitido que el país se convierta en presa de aquellos que la ayudan a mantenerse en el poder.
El mensaje de las encuestas es contundente: los ciudadanos están hartos de esta clase política, de sus arreglos oscuros y de sus privilegios. Están cansados de los corruptos y de los políticos que cada día los representan menos. Es crucial recordar que el problema no es el sistema democrático, sino quienes actualmente lo manejan.
El próximo gobierno debe ser uno de salvación nacional, compuesto por personas con capacidad de gestión, honestidad y liderazgo. Nadie tiene derecho a esquivar esta responsabilidad. Ya no es aceptable la frase “no te metas en política”. Esta es la última oportunidad para cambiar el rumbo del país.