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Hoy jugamos contra Chile nuestro pase a la final de la Copa América, cuya primera edición se hizo en Argentina, en 1916, cuando gobernaba el Perú José Pardo y Barreda. Nuestras lides futboleras son conocidas como el “Clásico del Pacífico”. El primero lo ganamos en Lima y fue con ocasión de la Copa América de enero de 1935 -celebrábamos los 400 años de la fundación española de Lima- y gracias a la magia de “Lolo” Fernández y de Alejandro Villanueva, que previa jugada en pared, sirvieron pase a Alberto Montellanos, quien marcó el gol de la victoria peruana. Para aquellos que creen que el fútbol no tiene nada que ver con el pasado bilateral, les digo que están equivocados. Seamos serios y para fundamentarlo transcribo un reporte del diario El Comercio de aquella época que así lo dijo: “Las heridas por la Guerra del Pacífico, conflicto bélico entre 1879 y 1883 en el que los chilenos invadieron Lima, seguían abiertas para el pueblo peruano. Además, la ciudad de Tacna recién había sido reincorporada seis años antes de este torneo (1929), en el gobierno de Augusto B. Leguía”. De allí que, ayer, cuando el defensa Miguel Trauco en la conferencia de prensa en Porto Alegre -sur de Brasil- dijo que “este es un clásico que no es solo de fútbol, pues con los chilenos hay muchas rivalidades…”, tiene mucha razón.

No es que traigamos la guerra de 1879 al presente, pero no podemos tapar el Sol con un dedo para desconocer que impactó en ambos pueblos, dejándonos heridas abiertas, acumuladas años tras años por los resentimientos y las animadversiones recíprocas. Jorge Basadre decía que no debíamos temer hablar de la guerra a nuestros niños, en la idea de que al hacerlo tuviéramos la convicción de reprobarla por siempre. Un partido de fútbol trae al presente el cruento pasado y su enorme expectativa enciende pasiones. El resultado de hoy no definirá el rumbo de la relación bilateral ni hará más digna a la selección que gane. La única diferencia de fondo es que en Chile sus autoridades cultivaron como política de Estado la victoria y en el Perú, nuestra mayoritaria mediocre clase política en más de 100 años no hizo nada para revertir nuestra cultura de la derrota. El partido de esta noche, entonces, es más que solamente fútbol. ¡A ganar!