El expresidente brasileño Lula da Silva ha sido condenado a nueve años de prisión por actos de corrupción cometidos en torno a la estatal Petrobras, con lo que el patriarca del socialismo latinoamericano, ese personaje al que muchos quisieron imitar por ser el supuesto ícono de la lucha por la “justicia social”, ha sido desenmascarado como un ratero más de la extensa fauna de mandatarios de uñas largas que hemos tenido en la región, tanto de izquierda como de derecha.

Tremendo ídolo de barro que resultó el ex obrero metalúrgico que llegó a la Presidencia de Brasil agitando las banderas de la honestidad, la lucha contra la pobreza y la igualdad. Hoy Lula da Silva es una caricatura de lo que fue cuando ganó las elecciones y millones de ingenuos creyeron que su discurso “progre” era sincero, cuando hoy vemos que todo era una forma de llenarse los bolsillos y darse los lujos de los “ricos” que tanto decía rechazar.

Ahí está pues la doble moral de este tipo de personajes, algo similar a lo que vemos en nuestro país por estos días, cuando Verónika Mendoza nos sale con sus rollos de lucha contra la corrupción, sin recordar que fue la que escribía en las agendas de Nadine Heredia; o cuando nos habla de respeto a los derechos humanos, quizá queriendo que nos olvidemos de su apoyo al “Capitán Carlos” y de su falta de críticas al tirano venezolano Nicolás Maduro. Muy coherente ella.

Ahí están también algunos congresistas de izquierda como Marco Arana, quien se promociona como un luchador por la igualdad y el apoyo a los más necesitados, cuando es uno de los responsables de los descomunales niveles de pobreza por los que atraviesa Cajamarca; o cuando su colega Marisa Glave pide honestidad, pero no toca ni con el pétalo de una rosa a Susana Villarán, la que tiene mucho que aclarar por sus nexos y su gestión edil con los corruptores brasileños.

Los peruanos debemos siempre desconfiar de aquellos personajes que se promocionan como los plus ultra y los iluminados izquierdistas de la honestidad, la igualdad y la “inclusión social” -como Ollanta Humala y Nadine Heredia-, pues la historia nos dice que en su gran mayoría resultan siendo unos tremendos fiascos que suelen acabar sus carreras en la cárcel y con varios millones de dólares por aclarar, tal como su ídolo caído Lula da Silva.