En sus palabras, al asumir por segunda vez el ministerio de Relaciones Exteriores, el canciller Óscar Maúrtua, se ha referido de manera dominante, a privilegiar la política exterior peruana, su enfoque en la exitosa Alianza del Pacífico que este año ha cumplido una década de existencia. Eso está muy bien. La historia de la sociedad internacional en los últimos 30 años relieva su protagonismo geopolítico en el marco del océano Pacífico, abarcando una extensa cuenca donde se moviliza más del 60% de la dinámica económica del planeta. Para entender la dimensión de la Alianza del Pacífico, integrada por Colombia, Chile, México y el Perú, tengamos presente que el 40% del comercio de América Latina con el mundo es realizado por la Alianza y que el 41% de la inversión internacional a nuestra región latinoamericana es captada también por los países de la Alianza que en conjunto suman casi 230 millones de habitantes. Así, pues, ya no es un secreto que la Alianza del Pacífico, que representa la octava economía del mundo, busca convertirse y consolidarse en un espacio de libre tránsito de bienes, servicios, capitales y personas. Hay que hacer que la decisión de los cuatro países de crear un área de libre comercio con acceso sin aranceles camino al 100% de los bienes que se comercializan dentro del bloque, sea una realidad inobjetable. El resultado deberá seguir otorgándole un dinamismo a la cadena productiva sin precedentes, tal como lo fue para la Unión Europea, cuya fluidez comenzó después de la consolidación de su integración económica en los años 90. Los países de la Alianza paralelamente en su empeño de consolidar su proceso de integración regional, están empeñados en buscar nuevos mercados, siendo los Estados de la Cuenca del Pacífico, a los que habrá que imprimirle una mayor atención. Aprovechemos nuestra privilegiada posición geopolítica, para posicionar al Perú en el sistema internacional conforme sus posibilidades reales.