La crisis que atraviesa Venezuela por la dictadura de Nicolás Maduro ha servido para poner de relieve el liderazgo de nuestro país en la región al haber convocado en una misma semana a 14 cancilleres de América Latina en Torre Tagle a fin de condenar los excesos del chavismo y adoptar medidas, para luego decidir la expulsión de su embajador en Lima, Diego Molero.

Pero no solo eso. El Perú no solo ha expresado su rechazo diplomático a la dictadura chavista, sino también al asomo de intervención militar deslizado por Washington como solución a la crisis venezolana, lo cual muestra una postura objetiva, principista y basada en la legalidad y la democracia para hacer frente al drama que inició Hugo Chávez y que continúa Maduro.

A la dictadura venezolana hay que combatirla con todas las armas de la diplomacia, la legalidad y hasta la economía, pero no con portaaviones ni soldados estadounidenses desembarcando en una playa o saltando en paracaídas. Esa no es la solución, y parece entenderlo muy bien el gobierno del presidente Pedro Pablo Kuczynski, que ha marcado adecuada distancia ante la última bravata de su homólogo Donald Trump.

Es de esperarse que en las próximas horas veamos a más embajadores venezolanos siendo expulsados de los países democráticos a los que fueron enviados por la dictadura a la que sirven, tal como lo ha hecho el Perú, dando un claro ejemplo de que a los gobiernos ilegítimos como el de Maduro no se les puede tolerar.