La pretensión de salvar la cabeza de su ministra de Educación, escudándola en la cabeza de sus demás ministros, llevó a Zavala a provocar una nueva crisis política en el seno del Gobierno, provocada por la vehemencia del premier Zavala.

En una columna de “El superministro rengo” del 1 de julio y publicada aquí, ya alertaba sobre lo vulnerable que hacía al Gobierno descansar tanto peso sobre Fernando Zavala y el subsecuente peligro para la gobernabilidad. Dos superministerios, más su desgaste político por su imposibilidad de quitarse el sambenito de “hombre de las grandes corporaciones”, y sumado a su falta de destreza política, terminaron por hacer el cortocircuito mental que lo llevó a apostar un gabinete en pleno para salvar a una ministra venida a menos.

¿Era necesaria una salida tan desprolija? No. Solo tenía que cambiar de ministra de Educación por alguien que responda a otra visión del sector. Porque la actual, sencillamente, colisiona con demasiados anticuerpos y está vinculada a lobbies de ONGs y universidades, que vienen lucrando hace años en el sector. Sin embargo, escuchando a radicales del partido y a asesores talibanes que están empujando al Presidente a una confrontación tras otra con la oposición, eligió el camino suicida.

Kuczynski tiene ahora una nueva oportunidad. Puede hacer un cambio de timón radical en el premierato salvando la mitad de este gabinete, o escucha a sus talibanes y coloca a alguien provocador para intensificar su enfrentamiento con un Parlamento al que veladamente amenaza con disolver. Si opta por lo primero, tendrá que sincerar las cosas y abrir las puertas a un gabinete conversado que le dé gobernabilidad al país, y cierre el paso a los enemigos del modelo económico y de la Constitución de 1993. Si va por lo segundo, no habrá vuelta de tuerca y nos la pasaremos de tumbo en tumbo hasta el Bicentenario, abriendo el camino a los aventureros. 

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