La frase es del norteamericano Noam Chomsky aplicable a la gente que sigue un camino incierto. La campaña para elegir al gobernante y a los representantes al Congreso gira hacia el absurdo, la deslegitimación y la ilegalidad. La población está sorprendida por lo que está sucediendo y, lo que es peor, no ve que las autoridades opten por la vía legal e institucional. El Jurado Nacional de Elecciones muestra desacuerdo en sus dos instancias y es el epítome de la ineficiencia en la forma y el criterio de aplicar o no la ley. La admisión a trámite de la candidatura de Julio Guzmán “privilegiando” -como ha dicho el presidente del Jurado Electoral Especial- el derecho a la participación electoral no puede implicar renuncia a leyes o procedimientos. Con ese criterio, todos podríamos ir a votar sin DNI porque lo importante es participar. El incumplimiento de los plazos, por ejemplo, es insubsanable, el tiempo en que debió cumplirse un trámite de ley no tiene retorno. Principios o valores superiores no son argumento para eximir a nadie de cumplir la ley. Y es lo que está sucediendo burdamente con Julio Guzmán que, según las encuestas, viene creciendo y su porcentaje parece ser patente de corso para exigir privilegios. Y la campaña avanza con el martirologio y victimización que le significan publicidad gratuita a un candidato que hasta hace poco nadie conocía. Cuyo anonimato estaba sólidamente respaldado por su irrelevancia, ausencia de reconocimiento profesional o político, de propuestas, de publicidad, de pronunciamientos, de partido, de institucionalidad y de presencia. A Julio Guzmán nunca se le conoció palabra propia, demostración de pensamiento, artículo o idea pública o publicada, representa al desconocido aparecido, a la incógnita, la improvisación, la astucia oportunista. Un candidato surgido de la nada, sin ley ni lógica, sin exposición de propuestas ni ideas, estaría avanzando hacia Palacio. ¿Así de fácil se lleva al ciudadano a lo que podría ser un salto al vacío?

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