La Iglesia peruana no puede cometer los errores que la chilena. Lo voy a explicar. El caso Fernando Karadima enturbió la visita de Francisco en ese país. Nadie podría afirmar que el Papa tuvo un recibimiento apoteósico así como una permanencia pacífica y llena de fervor religioso, como sí está sucediendo en el Perú. El Episcopado de Chile no advirtió al Santo Padre del impacto negativo de aquel caso sobre abusos sexuales; así se creó la idea de que la Iglesia lo estaba encubriendo, particularmente el obispo Juan Barros -quien estuvo en la mega misa del papa en Santiago-, generando un rechazo mayor. En nuestro suelo -aunque felizmente no hubo los vandalismos de Chile en los días que lleva el Sumo Pontífice en el país; y estoy seguro de que tampoco sucederá nada hoy domingo en el marco de una jornada llena de fe y de unidad nacional, que culminará con la solemne eucaristía en Las Palmas con cerca de 1,2 millones de fieles bajo el manto eclesial del papa Bergoglio en su condición de pastor universal- será necesario que nuestros prelados tengan muy presente lo sucedido en Chile y actúen decididamente también sobre las imputaciones de abusos sexuales; ello resulta indispensable particularmente en el sonado caso de Fernando Figari, fundador del Sodalicio de Vida Cristiana, denunciado a la luz de innumerables testimonios que se muestran irrebatibles. La Iglesia no solo debe serlo sino también parecerlo. Conozco de memoria la vida de los sacerdotes, particularmente de la Congregación de Padres Vicentinos en el Perú -crecí privilegiadamente bajo su formación como otros coetáneos míos en la parroquia San Vicente de Paúl de Surquillo-. Precisamente porque sé de la extraordinaria labor evangelizadora, educativa y de caridad que realizan por los pobres, defiendo con convicción la excelsa obra de la Iglesia; sin embargo, la impunidad desalienta y genera rechazo. No basta que Figari haya sido conminado al aislamiento y la oración como penitencia en Roma, como pasó con el chileno Karadima. No. Los obispos deberán ir al ritmo del Papa, quien confía en ellos y dispuso la intervención del Sodalicio, coadyuvando para la extradición de Figari -tenemos tratado con Italia- para que sea juzgado.
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