Es difícil no pensar en nuestro 199 aniversario patrio y las carencias que están siendo desnudadas por el Covid-19. Aunque parezca que los anuncios han ido adelantándose producto de la pandemia, el mensaje presidencial por 28 de julio tendrá que contar con algo más que acciones para enfrentar la pandemia y fomentar la reactivación económica.

Si bien el presidente Martín Vizcarra ha sido el rey de la improvisación, al asumir un gobierno, cerrar el Congreso y afrontar la crisis sanitaria, para mañana habrá poco que decir sobre las fórmulas de salvación. Puede apelar, tal vez, a exponer un nuevo mensaje conciliador, de unificación del país. No será suficiente.

Al inicio de esta crisis sanitaria, le fue bien al jefe de Estado influyendo en el sentimiento ciudadano. La imagen de un mandatario humano y enérgico pidiendo la colaboración de los peruanos funcionó en su momento. Ahora, difícilmente convenza de esta manera.

Los ánimos de la población no son los mismos. La credibilidad del Gobierno ha sufrido daños. El descalabro económico es un sazonador de la molestia ciudadana. Peor aún, contar con un presidente de choque parece una fórmula desgastada.

Así el panorama, una bocanada de aliento con miras al año del bicentenario es uno de los pocos estímulos que podría levantarle el ánimo a la gente. El elaborar un recuento de cómo el Ejecutivo afrontó la crisis seguro tomará un tiempo en el mensaje, pero nosotros esperamos más que cifras.

Los anuncios más esperados siempre apuntaron a los grandes problemas del país, así como los planes para su desarrollo. Mañana, el presidente Martín Vizcarra deberá improvisar con algo más, un as bajo la manga que le devuelva el ánimo al peruano víctima del abandono estatal.