Es fácil para un ministro, que gana 30 mil soles al mes, decretar un aumento de unos cuantos soles para la remuneración mínima vital. El exministro de Trabajo Alfonso Grados Carraro llegó a decir que 850 soles era adecuado para el nivel de vida actual, mientras él gozaba de las gollerías del gobierno de lujo del vacado PPK.

La posición de la CGTP es que el Gobierno debió aumentar el salario el año pasado. Y debería subirlo cada año porque el salario es de 930, pero ya en 2016 el INEI señaló que la canasta básica alimentaria costaba 1312 soles y la canasta básica familiar, 2640. El sueldo mínimo actual es la tercera parte de lo necesario para vivir, y más en un país donde los servicios públicos no funcionan, están privatizados o tienden a la privatización.

Como un aumento a 2640 no podría darse de un solo golpe, el primer aumento debería ser hasta 1500 soles, y progresivamente debería subir cada año hasta alcanzar la canasta básica familiar.

El Perú tiene el noveno salario mínimo más bajo de América Latina y una gran tasa de informalidad empresarial, que no solo genera trabajo mal pagado y sin derechos, sino también centros de labores inseguros donde son comunes los accidentes discapacitantes y mortales. Se trabaja duro, se cobra mal y se arriesga la vida. Ese es el sino de la mayoría de trabajadores peruanos.

El aumento del salario mínimo siempre ha sido dado por los Gobiernos en momentos difíciles en busca de popularidad y siempre han sido aumentos irrisorios. Como Kuczynski, que aumentó unos magros 80 soles mientras era vacado por corrupción.

Para los empresarios, nunca es adecuado un aumento. La representante de la CONFIEP ha dicho que como el salario mínimo solo impacta en 700 mil trabajadores, no es verdaderamente significativo, como si esas 700 mil vidas no valieran nada. Son justamente el Gobierno y el empresariado, la dupla de la corrupción en el Perú (por ejemplo, el caso Lava Jato), los que se oponen a un salario digno.

Y, por último, el salario mínimo debe ser referente para las pensiones; no como ahora que hay jubilados sobreviviendo de milagro con 300 o 400 soles. Un trabajador que ha dado sus años de juventud para el desarrollo del país, cuando llega a una edad en que debe descansar, es olvidado por el Estado, mientras los gobernantes reciben salarios y pensiones de países de primer mundo.

Los informales, las trabajadoras del hogar, los trabajadores nuevos, entre otros, son los que negocian su salario teniendo como referente la remuneración mínima. Ese es el salario de los vigilantes, de los jóvenes telefonistas, de los trabajadores de supermercados o tiendas por departamentos, de los restaurantes, la agroindustria y de las microempresas. Es el salario de los pobres, que deberían ser la prioridad de todo Gobierno.