Las iniciativas de reforma constitucional presentadas para la inclusión de un Senado en el Congreso de la República, coinciden con la necesidad de una cámara de contrapeso y reflexión dentro del poder legislativo. Una tarea postergada por años que parece contar con los acuerdos necesarios para iniciar el procedimiento de reforma constitucional; sin embargo, la piedra de toque será corregir los problemas de la descentralización, pues, sin una saludable división territorial del poder no será posible producir una representación política regional que discuta las necesidades y problemas comunes en un Senado: la cámara que vela por los intereses territoriales. Se trata de la conclusión de un proceso que se construye de abajo hacia arriba, no al revés. También es necesario un parlamento dimensionado con cuatro partidos como máximo para debatir y alcanzar consensos, mediante ajustes a las normas electorales que permitan la participación política, a la vez que se pueda conformar una representación partidaria con el mayor respaldo nacional.
La representación política se construye en función al interés común de toda sociedad libre y democrática: el acceso al trabajo y unas justas condiciones de empleo. La agricultura, pesca, minería, industria, turismo, etcétera, que repercute en la necesidad de mejor infraestructura y servicios públicos (educación, salud, seguridad) que la oposición pueda demandar al ejecutivo. Cada cámara parlamentaria se compone de un criterio de representación distinto que evite duplicidades. Los diputados gozan de la representación ciudadana proporcional a cada región, un número a determinar para un país de más de 30 millones de habitantes. Los Senadores conforman la representación territorial en igualdad, dos senadores por cada región, una mitad por distrito único, la otra por representación regional. Una Cámara territorial exitosa producirá las macro sociedades regionales del norte, centro y sur del país para sumar votos y lograr objetivos en común.