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El sábado 20 de octubre se cumplieron 135 años de la firma del Tratado de Ancón (1883), que puso término a la guerra que Chile nos declaró el 5 de abril de 1879. Nuestros escolares deben conocerlo y bien. En primer lugar, nunca debió firmarse, pero se hizo y hasta fue ratificado por el Perú un año después de la firma. Nadie quiso hacerlo por ser desfavorable para el país, pues a la sola firma perdimos para siempre Tarapacá, y las ciudades de Arica y Tacna, invadidas por Chile, debieron ser objeto de un plebiscito o consulta popular, que jamás se realizó. Para asegurarlas, los sureños llevaron adelante la política de chilenización, que el eminente historiador Jorge Basadre -que la vivió en carne propia durante su infancia- ha contado con detalle para que los peruanos no olvidemos los graves episodios del cautiverio. Seis de los siete gobernantes que tuvimos sucesivamente durante la guerra lo evadieron: Mariano Ignacio Prado, Luis La Puerta, Nicolás de Piérola, Lizardo Montero, Francisco García Calderón y Andrés A. Cáceres. Fue Miguel A. Iglesias, exitoso hacendado exportador de Celendín (Cajamarca), quien, al advertir la instrucción del chileno Baquedano a Patricio Lynch de seguir por el norte cobrando cupos, cargando el botín de guerra y, lo que más preocupaba a Iglesias, quemando las plantaciones de la entonces cotizada caña de azúcar, llegó raudo a Lima después de su sonado “Grito de Montán”, en Chota, y terminó suscribiendo el tratado. El jefe de la escuadra francesa, Du Petit Thouars, amenazó con desaparecer a la chilena si continuaban destrozando Lima. No debió firmarlo, pues EE.UU., con su presidente James A. Garfield (1881) al comienzo, también se opuso a la firma. Para Iglesias, sus intereses estaban primero, como para aquellos que se opusieron a mi propuesta (2008) para que el Perú solicitara a la Corte de La Haya que declarase la entonces zona de controversia marítima con Chile como “Área en disputa”, lo que impediría la depredación ictiológica en ese lugar hasta que se diera el fallo (2014). No lo pedimos. El Tratado de Lima de 1929 normalizó nuestra relación con Chile. Recuperamos Tacna y perdimos Arica para siempre.