Las elecciones generales cada cinco años traen para el país la oportunidad de renovar autoridades luego de una gestión parlamentaria y de gobierno. Cada quinquenio, las esperanzas de los ciudadanos se renuevan por dejar atrás el descontento y elegir mejor a quienes tendrán en sus manos el poder para literalmente hacer y deshacer con el país. No debería ser así, pero no existe prueba de lo contrario. Ello en parte porque los propios ciudadanos no asumimos con la necesaria responsabilidad el derecho y la obligación de elegir, aunque sea un lugar común decirlo. En parte también porque las normas que rigen nuestros procesos electorales hace mucho no permiten una adecuada representación ni preselección de candidatos; además, el sistema no cuenta con los mecanismos eficaces de fiscalización de la actividad de los partidos, ni las facultades de las autoridades electorales y fiscales son lo suficientemente coercitivas. Instituciones sin dientes filosos. Si es así en tiempos ordinarios, imaginemos lo que será y viene siendo ya este proceso.

Las próximas elecciones parlamentarias nos cogieron a medio camino de la discusión sobre el rediseño de nuestros procesos electorales, y con varias agrupaciones políticas aún bajo sospecha de malos manejos y muchas dudas sobre las normas pertinentes. Es saludable que el JNE haya aprobado el nuevo reglamento del registro de organizaciones políticas para partidos, movimientos y alianzas políticas. Aunque estas nuevas normas no sean de aplicación para el presente proceso, los partidos deberán adecuarse a ellas. Es necesario contar precisamente con organizaciones de vida continua, con afiliados y bases. Urge que la carrera política sea de alguna manera predecible, que cada afiliado tenga un derrotero y que ya no exista el festival de invitados que vemos.

Es difícil saber si el próximo Congreso será mejor o peor que el anterior. Esa será opinión de cada quien, pero el poco tiempo de preparación para estos comicios origina que tengamos muchos rostros extemporáneos con pesadas cargas -salvo honrosas excepciones- y un sinfín de personalidades que llegan sin mayores credenciales políticas, tratando de endulzar al elector buscando renovación. Dependerá de los espacios disponibles para el cruce de ideas y de la investigación sobre tanta novedad, pero también -como siempre- de la seriedad con la que tomemos las cosas para no quejarnos después. Avisados estamos.