La izquierda y la mayoría de los sectores que hoy quieren ver fuera de la Presidencia de la República a Dina Boluarte deberían hacerse responsables de sus votos en los comicios del 2021 –pues fueron ellos los que apoyaron a la plancha de Perú Libre que incluía en paquete indisoluble a Pedro Castillo y a la actual mandataria–, y más tarde sus representantes en el Congreso echaron al profesor por golpista, quien según la Constitución tuvo que ser reemplazado por la señora.

Además, días antes del golpe de Estado dado por Castillo y la subida al poder de Boluarte, las bancadas de izquierda la salvaron de ser echada del cargo gracias a un informe elaborado por el congresista Edgar Reymundo (Cambio Democrático-Juntos por el Perú), que la limpió de las a todas luces irregulares gestiones que hizo en favor del Club Apurímac cuando ya era ministra de Desarrollo e Inclusión Social. ¿De qué se quejan ahora?

Los únicos responsables de que la señora Boluarte sea hoy la jefa del Estado son los que ahora están en la orilla opuesta, que no aceptan que ella haya tratado de alejarse de la administración inepta, corrupta, ideologizada e impresentable que encabezó el golpista chotano, y armado un gabinete con gente técnica que al menos conoce su sector y que no anda pensando ni en cambiar la Constitución ni en hacer la “revolución” para llevarnos a ser la nueva Venezuela de la región.

Ahora que Boluarte está en la Presidencia de la República, quieren botarla o que renuncie. Pero si eso sucede, de acuerdo a la Carta Magna tendría que asumir el actual titular del Congreso, José Williams, a quien tampoco van a querer en Palacio de Gobierno. Esto haría que haya más marchas y movilizaciones hasta imponer, a punta de pedradas y toma de carreteras, a quien ellos quieran. ¿Esto de democracia? ¿Esto es respetar la institucionalidad? En ninguna parte.

El Perú no pueda estar a merced de estos vaivenes. Dudo que la salida de Boluarte, a quien en Correo y en este mismo espacio hemos criticado duramente, haga que la crisis política se calme. Irán por más, como lo harían también si en las siguientes elecciones, sean en el 2023, 2024 o 2026, ganase un candidato que no sea de su agrado. Solo estarán contentos si llega a Palacio el izquierdista moderado o radical que sea de su agrado, y eso no es democracia.

Estarán contentos si llega a Palacio el izquierdista moderado o radical que sea de su agrado.


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