Hoy se celebra el Día del Maestro, un tiempo para analizar lo bueno, lo malo y lo feo de quienes integran el magisterio con honor y otros con mucho aburrimiento, así como quienes han hallado la excusa perfecta para hacer negocio bajo la sombra de la educación y en desmedro de los educadores.

A diferencia de otros países, en el nuestro la educación pública digamos que tiene una dudosa reputación, tan igual como la mayoría de los colegios nacionales, sobre todo porque se percibe que tener a un hijo o una hija en un aula estatal no es garantía de que continúe sus estudios de manera regular. Huelgas, paros y ausencia de profesores suelen distanciarse de la buena enseñanza.

La pregunta de siempre con este problema es similar al dilema si fue primero el huevo o la gallina. Por un lado están los maestros, quienes culpan al Estado, representado por los gobiernos de turno, por el desamparo y los malos sueldos que perciben, además de la falta de capacitación. Sindicalizados o no, la queja va en ese camino, así como el rechazo a los cambios para mejorar la calidad de la enseñanza (no a la evaluación, no a la carrera magisterial).

Por el otro, durante el quinquenio pasado, el gobierno se comprometió a incrementar el presupuesto para el sector y llegar al 6% del BPI, con el incremento de 500 millones de dólares (0,25% del PBI) anuales hasta el 2021. Un avance si queremos compararnos con sectores similares en países más desarrollados como, por ejemplo, Chile.

El problema con el Estado es que centraliza la educación hacia la costa sin una buena fiscalización de las direcciones o gerencias regionales del sector, que en varios casos tienen más fines políticos. Si vamos al ande, podemos ser testigos de que algunos profesores piden licencia para no quedarse en su plaza de origen. ¡Y tienen años así! ¿Por qué el Sutep no se queja? ¿Por qué no hay una autocrítica? ¿Por qué quieren que el Estado dé todo y el gremio nada a cambio? ¿Quieren capacitación? Pongan también de la suya.

Feliz día para quienes despojándose de sus intereses se dedican a forjar un futuro mejor para el país, quienes recorren en acémila hasta el caserío más lejano con el objetivo de dictar clases y también para quienes no solo imparten sabiduría, sino, crean conciencia sin tintes políticos.