Tengo claro que el presidente Francisco Sagasti es un hombre bueno, bien intencionado, decente y que merece todo nuestro respeto. Desde ya, está muy lejos de los facinerosos expresidentes que no han dudado en usar su cargo para sus intereses delictivos y depredadores, de los que desde una vicepresidencia buscaban cobrar una coima atrasada o, cobardemente, aprovechaban la jefatura del Estado para inocularse una vacuna cuando médicos y enfermeras entregaban sus invalorables vidas a la noble causa exigida por su sensibilidad social.

Pero creo, asimismo, que Sagasti se equivoca al impedir que el sector privado no pueda acceder a la adquisición de vacunas en nombre de la “equidad”. Su justificación es aterradora porque el presidente se ha preguntado si un trabajador informal tiene menos derechos que aquel formal cuya empresa pueda proveerle del ansiado antivirus.

Entonces, se deduce de lo que argumenta el presidente, que debemos dejar morir a los dos. No que se salve uno, por las razones que sean, sino que queden inermes y proclives al contagio los dos, hasta que la equidad permita que ambos se vacunen a la vez. ¿Y si es muy tarde, al menos para uno de ellos?

Entonces, es evidente que hay una falla orgánica en la lógica presidencial y que plasmo en este planteamiento: Si el privado es más rápido en conseguir una vacuna, la inequidad, ¿la genera el privado o el Estado? Usted tiene la respuesta. Entonces, lo que corresponde al Estado es tener una gestión más célere y eficiente que el privado, no solo porque es su obligación sino porque de por medio están la vida y la salud. Eso se llama asumir mi responsabilidad.

Algo similar ocurrió con la escasez de oxígeno y la lógica perversa de un personaje funesto como Vicente Zeballos. Es decir, en el fondo, lo que se está tratando es de buscar que impedir que el privado desnude las falencias de gestión de un Estado paquidérmico, flemático, desesperanzador; busca evitar la crítica política, la descolocada exposición. Y esas no son razones válidas para obstaculizar la intención de salvar vidas.