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Es obvio que urge mejorar la calidad de un Congreso que en los últimos años ha estado de papelón en papelón y de escándalo en escándalo. Sin embargo, si se busca hacer esto a través de la creación de una segunda cámara legislativa, como fue hasta el 5 de abril de 1992, se ha elegido el peor momento para plantearlo, pues con el nivel de rechazo ciudadano que tiene el Poder Legislativo ante los ojos de los peruanos, es lógico que al ciudadano de a pie esto le parezca un despropósito.

Es verdad que se busca tener una nueva cámara pequeña y “reflexiva”, que quizá no implique más gasto al Estado en sueldos, asesores, choferes y demás. De esta manera las normas saldrían luego de un debate más detallado y un mejor análisis. Sin embargo, dudo que esta propuesta tenga aceptación en momentos en que nos escandalizamos por el pésimo desempeño de los congresistas que tenemos por culpa de los partidos políticos y el sistema electoral.

Para venirnos a hablar de bicameralidad, sería bueno que primero el país se esfuerce por dar normas para impedir que en el Congreso tengamos a sinvergüenzas que adulteran hasta certificados escolares, a sentenciados con prisión efectiva que se escudan en la inmunidad, a vinculados a la minería a ilegal y demás delitos, a otros que llaman “luchadores sociales” a terroristas asesinos y a gente que solo sale a la luz pública cuando le descubren un “anticucho”.

Si vamos a tener no una sino dos cámaras con personas como las que vemos hoy en el Congreso, además de agrupaciones políticas que las reclutan como candidatos por la plata que ponen para la campaña y un sistema electoral que lo permite todo, mejor sigamos como hasta hoy. Para qué ir de mal en peor si no vamos a mejorar los filtros de selección de candidatos al Poder Legislativo, que desde hace mucho es rechazado por la mayoría de peruanos.

Esa propuesta de bicameralidad déjenla para otro momento. Más bien que el Congreso se ponga a trabajar de la mano con el Ejecutivo en otras materias que permitan afrontar problemas del día a día, que son muchos. Frente a la inseguridad ciudadana, que cobra vidas todos los días, a la corrupción, al incremento de pobres según cifras oficiales conocidas ayer y a la corrupción, ¿qué prioridad puede tener hoy resucitar al Senado?