En medio de todas las necesidades que genera la expansión del coronavirus en nuestro país, hay una que bajo ningún concepto puede ser dejada de lado: la preservación de la salud de los médicos, enfermeras, auxiliares y demás personas encargadas de estar en primera línea de atención a los afectados por esta enfermedad de muy fácil transmisión. Su bienestar y salubridad es vital para que el escudo contra la pandemia siga vigente.

Días atrás, en las redes sociales, se han difundido graves denuncias de médicos y demás profesionales de la salud, quejándose que no cuentan con los implementos de seguridad necesarios para trabajar a pocos centímetros de pacientes afectados por coronavirus. Es cierto que se dan denuncias verdaderas y también falsas. Sin embargo, hay unas que no puede ser dejadas de lado ni silenciadas con amenazas de despidos y sanciones laborales.

A las dos semanas del estado de emergencia marcado por el incremento de casos, la Federación Médica del Perú reportó 23 galenos afectados, sin contar con enfermeras y auxiliares. Esto no es exclusividad de nuestro país. En Italia, España y otros también existe una gran cantidad de profesionales de la salud infectados con este mal. Sin embargo, el Ministerio de Salud debe de hacer inmensos esfuerzos por proteger a quienes nos protegen.

Días atrás se anunció la entrega de un bono de 720 soles a estas personas con las que todos estamos y estaremos en eterna deuda. Son quienes están ahí poniendo en riesgo su vida, cara a cara con los enfermos, mientras los demás tenemos la posibilidad de estar lejos y quedarnos a salvo en nuestras casas, sin el riesgo de contagiar a nuestras familias, como sí sucede, además, en los hogares de estos heroicos y anónimos profesionales.

Desde el Estado, y por qué no con el apoyo de los privados, tienen que darse todas las garantías a los profesionales de la salud para hacer su trabajo. Si este sector colapsa, colapsa todo. Si ellos caen, los hospitales no podrán recibir a nadie. Su responsabilidad es inmensa y nos queda apoyarlos no solo con palabras y aplausos a las ocho de la noche, sino con mascarillas, guantes, trajes protectores y todo lo que mandan los protocolos internacionales para estos casos.