En sus narices
En sus narices

Ahora entiendo por qué la gente común coge a cachetadas a los policías y les falta no solo el respeto. En la Región Piura se capturó hace unas semanas a medio centenar de miembros de una organización criminal integrada por policías, oficiales y subalternos, abogados, sicarios, extorsionadores y demás. Se les ha apodado “Los Injertos del comandante Melo”. Duro trabajo debe haber costado a los investigadores -gracias especialmente a las intervenciones telefónicas- obtener las pruebas que les permitió detenerlos e iniciar el proceso penal. Todo parecía caminar fluidamente hasta que ¡oh sorpresa! Desaparecieron chips, memorias y discos duros decomisados a los diferentes miembros de la banda. Según la fiscal que lleva el caso, fueron los policías responsables de la custodia de esos bienes los que no cumplieron con sus obligaciones. Este personal policial está perfectamente identificado, es más, la comunidad debería conocerlos porque es bastante probable que si no son parte de la banda, cuando menos resultan cómplices de hecho. Y si esto lo hacen frente a las narices de su jefe, el general de la Primera Región PNP, ya está visto que no les preocupa, que no le temen ni respetan. En su lugar, ya debería haber puesto tras las rejas a todos y cada uno de aquellos a quienes les dio a cuidar estas pruebas. De lo contrario, es hacer el hazmerreír de todo el personal policial que puede comentar, incluso, que se hace el tonto porque debe haber estado recibiendo su parte en la cadena de los cupos que cobra la corrupción policial. Si el abogado capturado está grabado en conversaciones amicales con un juez de la Corte Superior de Justicia de Piura, ya se pueden imaginar que el círculo de la corrupción está cerrado. Así están las cosas, mientras por una cachetada se manda a la cárcel durante 7 años a una mujer que no supo manejar su temperamento frente a un policía que se portó como un timorato cuando, ante la agresión, debió doblarle el brazo, tumbarla al suelo y esposarla.