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Con la difusión de los audios que vinculan al vocal supremo Aldo Figueroa con las “máximas” figuras de “Los Cuellos Blancos del Puerto”, el propio presidente del Poder Judicial, José Luis Lecaros, dejó en claro que nada se podía hacer para sancionar a dicho magistrado, quien finalmente ayer se inhibió de ver el caso Keiko Fujimori, en vista de que por ahora no contamos con la Junta Nacional de Justicia (JNJ), que reemplazará al desactivado Consejo Nacional de la Magistratura (CNM).

El problema es que, por lo visto hasta ahora, la espera para contar con la JNJ tendrá que ser más larga de lo previsto, pues la evaluación de abogados para cubrir las plazas titulares y suplentes ha sido un fracaso. Recordemos que de 104 postulantes, solo tres alcanzaron la nota requerida. Ahora estamos a la espera de que el Congreso apruebe modificaciones a la norma dada meses atrás, a fin de convocar a un nuevo proceso.

Si bien en las últimas horas las miradas se han centrado en el magistrado Figueroa, miembro de la Corte Suprema de Justicia, es evidente que el trabajo de la JNJ -cuando por fin exista- debe apuntar ahí, pero también a otros ámbitos del Poder Judicial y el Ministerio Público, pues las instancias inferiores también están plagadas de jueces y fiscales que deben ser sometidos a evaluaciones para eliminar de una vez a aquellos que no merecen estar en sus puestos.

El litigante, el ciudadano de a pie que va a una corte de justicia en su distrito judicial, muchas veces tiene que lidiar con jueces y fiscales impresentables que liberan a delincuentes, que piden coimas, que no trabajan con la celeridad necesaria o que emiten fallos o acusaciones sin sentido. Hasta la propia Policía Nacional cada cierto tiempo muestra su malestar por el accionar del sistema de justicia, que abre las rejas incluso a hampones que caen con las manos en la masa.

Cuando pensemos en la necesidad de contar de una vez con la JNJ para limpiar el Poder Judicial y el Ministerio Público y tener el sistema de justicia que merece el Perú, también miremos más abajo, en las instancias inferiores, donde es urgente una gran purga que haga que la gente de a pie, esa a la que asaltan en la calle o es víctima de violación, crea que en nuestro país sí es posible encontrar justicia.