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La última semana se ha visto sacudida por tres temas que tienen una matriz similar y que colocan a los asuntos ideológicos en el límite de las sensibilidades: 1) La decisión de la justicia de aceptar la política del enfoque de género en el currículo escolar 2) El reconocimiento del PJ del matrimonio entre Susel Paredes y Gracia Aljovín, y 3) El hallazgo de un link en un texto escolar que llevaba a un portal que informaba sobre sexo anal. De las reacciones a esos tres acontecimientos, más allá de quien tenga o no la razón, puede deducirse que habitamos un país en el que al menos una considerable mayoría no está preparada para escalar el blanco nevado que desde el otro espectro es considerado el símbolo de la modernidad, la tolerancia y la no discriminación. Lo que para unos es aberrante y excesivo, como el respeto a la diversidad encarnada en el homosexualismo, otros consideran que aleccionar a los escolares en ese aspecto destroza sus conceptos históricos y lo estrella contra los genuinos cánones de su identidad. Igualmente se colocan en rincones antagónicos los que celebran que la justicia acepte una boda entre dos mujeres y los que sostienen, con razón, que es una clara violentación de la Constitución y el Código Civil, que solo regula y permite las uniones entre un varón y una mujer. Lo del libro y el link es lo más polarizador pues, pese a que la ministra Flor Pablo ha aceptado el evidente error que ha sido promover un concepto que enajena y perturba sin la debida orientación, hay personas como Brenda Álvarez, abogada de Promsex, que se pregunta si “¿en serio es problemático que estudiantes de tercero de secundaria tengan acceso a la definición de sexo anal? ¿En serio?”. Somos, aún, un país conservador, con matrices ideológicas seculares vinculadas a la religión y con una profunda aversión a que se alteren los históricos conceptos de familia, moral o identidad, pero mientras eso suceda, mientras esa modernidad gane adeptos y corazones, que prevalezca el respeto a la opinión del otro, que se frenen los avasallamientos y que los que ganan en el espinoso terreno judicial, no se sientan los incuestionables y absolutos dueños de la verdad.