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La reingeniería es considerada como un enfoque de gestión dirigido a replantear e iniciar radicalmente todo de nuevo en el desarrollo de las organizaciones empresariales e institucionales; es decir, partir desde cero a fin de configurar nuevas formas de organización, ejecución y evaluación de los procesos productivos de bienes y servicios para la satisfacción de los clientes, que al final de cuentas son la prioridad. Al igual que otros modelos organizacionales para mejorar la competitividad, también se ha intentado desde los años 90 extrapolarlo y aplicarlo a los procesos de dirección y gestión institucionales y pedagógicos de los centros de enseñanza de educación básica, técnico-profesional y superior.

Es necesario tener en cuenta que este modelo obvia la importancia de lo previo, vale decir, las fortalezas y logros, así como las debilidades y errores existentes, a fin de diseñar y ejecutar cambios significativos y drásticos con miras a lograr resultados educativos óptimos. Desde luego, en un marco supuesto de “calidad total”. Esta concepción rompe con una premisa válida: que el pasado y el presente son la base para construir el futuro, especialmente en las políticas, medidas y estrategias para desarrollar los procesos formativos de las personas, a lo largo de la vida, en sus respectivos espacios y tiempos.

Por lo señalado, es evidente que la "reingeniería educativa” no es pertinente. Este enfoque y los referidos a las llamadas “habilidades blandas y duras” y a la “calidad total” (como lo hemos señalado en artículos anteriores en esta columna semanal de este diario) son, por decir lo menos, muy polémicos. Por eso en la actualidad, en los foros educativos y académicos, están perdiendo vigencia, dada su escasa congruencia con la mejora real de los procesos y resultados en las instituciones e instancias orgánicas de gestión de los sistemas educativos.

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