Se repite que el seguro médico no solo es conveniente sino que, se supone, las prestaciones a las que se accede, en tanto que acuden a los sistemas de economía de escala, son más económicas.

Es probable que sí, pero lo malo es que a esa ventaja parecen acceder solo las compañías que hacen el negocio y no el público al que dicen beneficiar.

No es extraño que a los asegurados hoy se los trate en las clínicas compradas por esas empresas como si fueran hospitales de beneficencia, con colas de acá para allá, quitándole calidad al servicio y con atenciones médicas donde los profesionales despachan a la rápida al asegurado sin ese cuidado, dedicación y atención personalizada que ponen los médicos particulares cuando ven a “su” paciente.

Esa conciencia de “su paciente” parece haber desaparecido. Hoy esos asegurados se han convertido en números.

Pero cosa similar pasa con las medicinas. Como hay que pagar primas por atención o por provisión de los medicamentos, los mismos son estimados a precios bastante superiores a los que se expenden en las farmacias, lo que, otra vez, llama la atención en tanto se trataría de economía de escala.

De esta forma, ese mismo remedio se encarece casi hasta en 80% o 90% con relación al valor con que se compra en la calle. De este modo, la prima es mucho más cara y la cobertura mucho menor.

La Superintendencia debe revisar estos comportamientos y enderezar estos procederes por cuanto seguimos en el sistema donde los grupos grandes llenan sus arcas a cuenta de la pesadez que resulta para el usuario emprender un reclamo que caso por caso puede ser pequeño.