Imaginemos un conjunto diverso de pacientes cardiacos que reciben el mismo tratamiento médico sin importar sus condiciones individuales, o niños que deben usar zapatillas del mismo tamaño sin considerar las diferencias en sus pies. Sería absurdo. De manera similar, la educación tradicional agrupa a los niños según su edad y les enseña con el mismo currículo y enfoque pedagógico, independientemente de sus habilidades e intereses individuales y a pocos les parece absurdo. Sea el tratamiento cardiológico único, el mismo tamaño de zapatilla o la modalidad de enseñanza escolar homogénea, solo se favorece a un grupo de beneficiados y quedan excluidos todos aquellos que se salen del estándar o del promedio. Sin embargo, en el caso escolar, se pretende medir el éxito en la vida de los individuos a partir de la enseñanza uniforme y el uso de las evaluaciones estandarizadas que solo calzan con el tercio superior.

En lugar de centrarse en un currículo y en la escolarización uniforme, sería crucial contar con una educación escolar individualizadora centrada en las necesidades y potencialidades de cada alumno, que permita a los profesores conocer a cada alumno, identificar sus características personales y diversificar el trabajo en el aula. Este enfoque permitirá a cada alumno descubrir y desarrollar sus fortalezas sin verse limitado por sus dificultades.

Esta aproximación pedagógica que respeta la diversidad requiere otorgar a los colegios la libertad de elegir las estrategias más pertinentes para sus alumnos, liberándolos de las restricciones de un sistema centralista y autoritario.






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