Pedro Sánchez, el líder del Partido Socialista Obrero Español - PSOE, por fin se ha consumado como presidente del gobierno pero para lograrlo debió negociar que en el caso de las votaciones de ayer en España ha sido lo mismo que ceder. Lo voy a explicar. En el Congreso de los Diputados -España cuenta con las denominadas Cortes Generales que están compuestas, además del referido Congreso (350), por el Senado (265)-, se realizó una nueva votación que permitió a Sánchez conseguir esta vez 167 votos frente a 165 en contra. Con ello Sánchez alcanzó la ansiada investidura por lo que ha dejado de ser presidente en funciones o con limitadas atribuciones -así estuvo España desde la destitución de Mariano Rajoy en junio de 2018- para convertirse plenamente en presidente del gobierno proclamado. Pero su victoria política en las actuales circunstancias del país jamás se hubiera producido por el propio PSOE, una realidad extrañada mirando su reporte histórico en que este partido de izquierda más bien estuvo acostumbrado a formar gobierno por sí mismo -Felipe González (1982-1996) y José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2011)-. Contando con el apoyo decisivo de Unidas Podemos de Pablo Iglesias, también de izquierda, y producidas las 18 esperadas abstenciones en el Congreso, Sánchez ha hecho realidad el sueño que se le estaba yendo de las manos: ser ungido presidente, no de España sino del gobierno de España, que es distinto, pues el jefe de Estado es el rey Felipe VI, que cuenta con la prerrogativa de investirlo presidente y también de cesarlo. Sánchez, entonces, es el primer presidente por una coalición y esta realidad ha terminado limitando sus verdaderas pretensiones desnudadas cuando en agosto de 2019 rechazó formar gobierno con el excéntrico Iglesias. Todo lo anterior le pasa a España porque el bipartidismo histórico -Partido Popular y PSOE- ha debido dar paso a la aparición de otras agrupaciones. Veremos cuánto tiempo dura el noviazgo de la izquierda española en el Palacio de la Moncloa.