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Tiene razón el presidente Martín Vizcarra cuando señala que el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) debe de aclarar expresamente de una vez si los congresistas que han sido parte del disuelto Congreso pueden postular en los comicios del 26 de enero próximo. En una coyuntura como la actual, no podemos estar esperando a que los caballeros, encabezados por el cuestionado Víctor Ticona, se tomen su tiempo y decidan cuando se presente la candidatura de algún reeleccionista. 

En un proceso electoral tan atípico, no puede haber espacios para los misterios y las posturas abogadiles de parte de los miembros del JNE. Las reglas tienen que estar claras desde un inicio. Días atrás, el máximo ente electoral sacó un comunicado estableciendo algunas normas para los comicios que se vienen, pero no fue explícito sobre la reelección de los legisladores que estuvieron en funciones hasta el 30 de setiembre último. 

Luego, el presidente del Consejo de Ministros, Vicente Zeballos, señaló ante los medios que los congresistas del último Legislativo no podrían postular a la reelección. En tanto, un grupo de constitucionalistas y expertos en temas electorales afirman que sí pueden ser candidatos debido a que el proceso de enero próximo será para completar un mandato de cinco años y no para ser parte de un nuevo periodo congresal. Hace falta la voz autorizada del JNE. 

El Congreso disuelto ha tenido personajes para el olvido que ojalá jamás vuelvan a una curul. La lista es muy extensa y todos sabemos quiénes la integran. Pero eso tendrá que decidirlo el ciudadano si es que la ley les permite postular a la reelección, lo cual no ha sido aclarado por el JNE. Con esto solo está contribuyendo a que haya más incertidumbre y también municiones para cargar más la confrontación política. 

Ticona tiene serios cuestionamientos tras la difusión del audio en el que pide un favor al defenestrado juez supremo César Hinostroza, al igual que tantos otros personajes que se han visto en serios aprietos por su amistad o cercanía con semejante personaje. Sin embargo, eso no quita que, al menos mientras esté en funciones, cumpla a cabalidad con su función de “árbitro” en un proceso tan complejo como el que se nos viene.

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