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Como parte de mis labores en la Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad, he constatado que una de las problemáticas que coadyuvan a la impunidad de estos casos es que, por regla general, las instituciones prefieren evitar los escándalos antes que encontrar justicia para las víctimas.

Sin embargo, en los últimos días se hizo pública una investigación fiscal que involucra a un grupo de oficiales de la Policía Nacional del Perú por haber participado en la difusión de pornografía infantil a través de WhatsApp. En este caso, felizmente, las cosas fueron distintas.

La Policía tuvo una reacción positiva. No primó un falso espíritu de cuerpo. Desde un inicio se colaboró con la investigación, los involucrados fueron puestos a disposición de la Fiscalía y el alto mando policial brindó explicaciones a la ciudadanía y al Congreso, evitando así generar más daño a su institución. La actuación fue correcta y debería servir como referencia de toda organización pública o privada ante una denuncia tan grave.

Sin embargo, el caso genera una reflexión adicional, pues resulta preocupante que un oficial PNP se haya sentido lo suficientemente cómodo para enviar un video delictivo a un grupo de más de 100 personas. La causa es clara: el machismo de nuestra sociedad ve a las mujeres solo como un objeto. Por ello, una tarea pendiente para la Policía, por su rol en la defensa de la mujer, es luchar contra este serio problema a través de la formación y capacitación de sus integrantes. Hay todavía mucho por hacer, pero es importante destacar acciones positivas que merecen ser imitadas.