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Tal como se veía venir, ha comenzado a estallar la bomba Odebrecht y supongo que a estas alturas muchas personas en el Perú habrán dejado de dormir para comenzar a ver si sus nombres aparecen entre los coimeados, pues queda claro que los exdirectivos de la empresa brasileña están dispuestos a delatar a quien sea necesario con tal de librarse de las duras penas de cárcel que les han caído por los millonarios sobornos que pagaron para que se les adjudiquen obras.

Si creíamos que hace 16 años habíamos tocado fondo con Vladimiro Montesinos repartiendo cerros de dólares a funcionarios públicos para “aceitarlos” y que respondan a sus órdenes, ahora estamos nuevamente ante un caso de “megacorrupción” que salpicaría a altos funcionarios de los gobiernos de Alejandro Toledo, Alan García y Ollanta Humala, así como a las gestiones ediles de Susana Villarán y Luis Castañeda.

Lástima que la bonanza económica que ha ido experimentando el país desde la llegada del nuevo milenio y que permitió hacer grandes obras, todas ellas muy necesarias para el país, haya servido para que funcionarios públicos de tres gobiernos que debieron velar por los intereses del país hayan pensado más en sus sucios bolsillos que ahora podrían llevarlos a la cárcel. Habrá que ver hasta qué nivel del Estado llegó el poder corruptor de la compañía brasileña.

Es de esperarse que la labor de la justicia sea implacable con todos aquellos delincuentes de saco y corbata que aceptaron recibir dinero para favorecer a la empresa Odebrecht que, según se va conociendo, tenía como “política” el corromper a sinvergüenzas de varios países para adjudicarse las megaobras. La lista de países donde han ejercido estas prácticas y las cantidades conocidas son realmente de escándalo.

Los efectos de la bomba Odebrecht recién se comienzan a sentir, mientras muchos de por ahí ya deben de estar buscando agencia de viaje para fugar del Perú. La justicia tiene que actuar con energía, pero también con suma rapidez. Acá somos expertos en dejar fugar a los peces gordos, a los que luego hay que traer tras mucho esfuerzo y dinero. Este podrido caso no puede quedar impune, “caiga quien caiga”, aunque la frase algunas veces suene a burla.

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