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Hace algunos meses, en un almuerzo de trabajo con dos compañeras extranjeras, una venezolana y la otra brasileña, conversábamos sobre cómo se sentían ellas viviendo en este país. En general, los comentarios fueron bastante halagadores, y no solo por nuestra gastronomía, sino por el trato amable que el peruano tiene hacia los extranjeros en general. Sin embargo, lo que sí llamaba la atención de ambas, y que por cierto les parecía muy desagradable, es que sentían un continuo acoso de las personas del sexo opuesto. En muchas oportunidades, mis congéneres se creían con el derecho de decir o hacer cosas que eran fácilmente catalogadas como agresiones directas. Lo más interesante es que una tercera compañera, peruana ella, estaba perfectamente consciente de estas agresiones, y a pesar de lo desagradables que le parecían, las consideraba normales. Había aprendido a vivir con ellas.

Esta normalidad es la que nos debe preocupar, una normalidad que lamentablemente trasciende a una gran parte de la población, entre la que se encuentra nuestro padre de la patria, quien posiblemente no cree que cometió ningún error, pues ni siquiera tuvo la hidalguía de disculparse y optó, una vez más, por la mentira, costumbre que parece tener muy arraigada.

Es totalmente válido que el Congreso haga las investigaciones del caso y que sean aplicadas las sanciones pertinentes. Es probable que esto tenga muy poco efecto en los ciudadanos, sobre todo en aquella parte de la población que considerará la actitud del congresista como “normal” y que no es para tanto. La solución a este problema se dará en la medida en que todos tomemos conciencia de que el Perú es un país machista (opinión que comparte más del 55% de la población). Sin embargo, resulta paradójico que solo el 5% de la población se considere a sí misma machista, por lo que creo que

individualmente cada uno de nosotros debe revisar su comportamiento. El peor enfermo es aquel que no tiene conciencia de su enfermedad. Por ello, más allá de las políticas y cambios en la legislación, cada uno de nosotros debería hacer una reflexión interior y ver qué tan Mamani estamos.