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La comunidad de nuestro hemisferio debería realizar una acción conjunta, simultánea y contundente nunca antes registrada -sin duda, un enorme reto para mostrar la cohesión de la política internacional americana que hasta ahora no da visos de unidad continental en el asunto de Venezuela-, para exigir al régimen de Nicolás Maduro la inmediata suspensión de las elecciones presidenciales previstas para este domingo 22 de mayo, que a todas luces será una completa burla a la democracia de las Américas y del mundo entero. Ante la imposición madurista, el domingo entrante nadie debería salir de sus casas en toda Venezuela. La insurgencia civil también estará a prueba. Si los millones de venezolanos se arman de valor, hacerlo será el único complot asentido por la democracia en el marco de la ciencia política. Quizás mi idealismo puede estar superponiéndose mientras escribo esta columna, pero es una emanación principista y democrática que amerita para la situación en Venezuela.

Creo que solamente sufragar podría complicar las aspiraciones de la inmensa mayoría de venezolanos contribuyendo, sin proponérselo, a la consumación de un fraude electoral cantado. A Maduro por supuesto que no le importa ninguno de los valores que practicamos las naciones civilizadas y que fueron legados por las antiguas Grecia (Política) y Roma (Derecho). De otro lado, la oposición de ese país debe jugar su partido completo, lo que por cierto hasta ahora no ha hecho por su inocultable falta de unidad. No debió haber ningún otro candidato que no sea el propio Maduro, que liderará una pantomima que los Estados de América no pueden tolerar. Es muy penoso todo lo que pasa al buen pueblo venezolano que soporta una crisis económica generalizada -más de 13,000% de inflación-, por un Gobierno irresponsable, una completa banda de asaltantes de la democracia y de los valores bolivarianos que Venezuela siempre promocionó con orgullo a todo el continente y al mundo entero. Los gobiernos de América, con la OEA a la cabeza, deberían actuar para evitar el fraude que nadie duda.