Las escaramuzas verbales entre el mandatario Ollanta Humala y el expresidente Alan García en los últimos tiempos han demostrado que las palabras son completamente ineficaces en las relaciones entre políticos, ya que destruyen en vez de acercar.

Sin embargo, esta no es la única disputa por estos lares. Desde hace pocos días hay un debate instalado en el país por el tema de la unión civil homosexual. Si bien es cierto la opinión pública está sensibilizada y la difusión de cualquier hecho polémico cobra notoriedad, en esta oportunidad solo la Iglesia y defensores de la libertad sexual han salido a discutir sus ideas y sus derechos. Son dos sectores mutuamente hostiles que ahora se han polarizado.

Por un lado está la Iglesia, con el cardenal Juan Luis Cipriani a la cabeza, que siempre ha sostenido opiniones y las mantiene en el tiempo. Se puede estar de acuerdo o no, pero no modifica sus pensamientos por la coyuntura. Su gran mérito es la solidez y la tenacidad para sacar adelante sus ideas.

Del otro lado están las personas y colectivos a favor de la unión civil homosexual, con ilustres defensores como Mario Vargas Llosa. Ellos dicen que aferrarse a lo único es negar lo diferente. Es buscar sustraerse a los cambios del mundo. Es querer ser como los dioses. Ellos sostienen que lo humano es un proyecto abierto que se ha ido recreando todo el tiempo.

Lo único evidente es que si unos apelan a la libertad para defender sus argumentos, deben ser coherentes y tolerar los cuestionamientos del otro. Por ahora, falta más tiempo y calidad en el debate.