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Pretender reducir una parte importante de la política nacional a caviares, de un lado, y fujiaprismo, del otro, es miope. Y también lo es creer que solo unos son los corruptos y los otros, los honestos. Naturalmente, hay de todo en todos lados. Y lo más importante: a la opinión pública peruana le tiene sin cuidado si la corrupción tiene un color o una sola etiqueta para identificarse. Tampoco le importa mucho si las prioridades de las agendas de Vizcarra y Fujimori no coinciden. Lo que realmente la gente quiere es que termine cuanto antes este proceso de profilaxis y nos aboquemos a lo que verdaderamente importa: producir e ir mejorando la economía nacional. La honestidad de la política y de todos los poderes públicos es condición para ese desarrollo. Si el fiscal de la Nación se da el lujo de salir en mensaje a la Nación a amenazar que, si se meten con él los va a investigar, es que andamos patas arriba. Eso explica que un sector del Congreso (menos el fujiaprismo) invite a “movilizarnos” si es que el fiscal de la Nación no renuncia. Esta crisis que envuelve al sistema judicial del país y, de paso, al Congreso, y que es reflejo de esa enfermedad que sufre el país llamada corrupción, se prolonga por dos razones principales. Ya se han comenzado a extirpar varios tumores, pero quedan dos. Faltan dos, y son los que están poniendo la mayor resistencia para que se destape el enorme furúnculo. Aunque se les va rodeando y cerrando el círculo, AG y la señora K, y todo el aparato de poder que en su momento supieron tejer, alargan su agonía y en ella arrasan con los que les fueron y les siguen siendo útiles. En tanto, ensayan una serie de artilugios, como anunciar candidaturas presidenciales, pese a que más viables son las candidaturas carcelarias. Quizá estén deseando un país sumido en el caos para justificar la salida de los tanques a las calles y acceder a regímenes totalitarios. Pero después de que Montesinos trapeó con la dignidad de los militares en el régimen de Fujimori, estos no parecen dispuestos a nuevas aventuras políticas que terminaron con sus principales mandos en la cárcel por corruptos y violadores de los derechos humanos.