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Treinta años atrás, las Yahairas, Alejandras, Gutys y Tilsas de la televisión también se enamoraban, peleaban y vivían intensamente. Treinta años atrás, hasta los más formalitos, los que nunca daban que hablar, también tenían lo suyo, pero calladitos pasaban “piola”. Treinta años atrás, por si algunos lo olvidaron, las veinteañeras de la farándula también salían con hombres comprometidos, se hacían las locas con los novios y seguían hablando con los ex; rajaban de sus colegas detrás de bambalinas y cuando las veían, les regalaban su mejor sonrisa. Así era el mundo, así sigue siendo, nada se ha inventado, todo está escrito. Pero claro, hace tres décadas todo quedaba en el papel, y en el peor de los casos lo que pasó se transmitía de boca a boca, hasta terminar convertido en un recuerdo o una leyenda urbana. Hoy es distinto, los jóvenes de nuestra fauna farandulera tienen en la modernidad a su peor enemigo, para su desgracia, existe el WhatsApp, que se ha convertido en el causante de muchas tragedias que vemos trasladadas a las pantallas de televisión ante el espanto de los que no se acuerdan que muchos de ellos fueron protagonistas de lo mismo que critican. Hoy esos textos, “supuestamente privados”, nos recrean vidas ajenas, nos cuentan de primera mano lo que no imaginábamos y hasta se han convertido en instrumentos de venganza. Yahaira Plasencia, hasta hoy, novia de Jefferson Farfán, 22 años, cantante, hoy espera ansiosa la emisión de unos textos cariñosos que compartía con un exenamorado, Alejandra Baigorria sufrió un cargamontón en plena emisión en vivo de un programa de televisión por mensajes en los que no era “políticamente correcta” con su compañera de trabajo. Fotos y diálogos filtrados de Guty Carrera le han generado consecuencias a una carrera en ascenso. La emisión sin control de estos mensajes parece, por el momento, no tener fin. Mientras esto se regule, debemos poner paños fríos a ese afán de calificar con dureza conductas personales de los aludidos en estos escándalos asociados a textos difundidos sin autorización. Hay que recordar que, salvo estos mensajes demuestren cualquier tipo de violencia que merezca ser penada, es muy duro para cualquiera, y no solo para una figura de la farándula, sentirse manoseado, agredido, cuando alegremente se emiten historias que pertenecen al entorno más íntimo y que nunca fueron autorizadas. Salvo mejor parecer.