Ricardo Arjona dejó mal parado el martes pasado al periodista Emilio Egaña de CNN, quien insistía e insistía en sacudirle en la cara a un don nadie, que ha hecho de su crítica al cantautor guatemalteco una causa de vida. El guatemalteco se levantó y se fue del set. Y es que hay un cierto tufillo de hartazgo con ciertos periodistas que se sienten los guardianes de la moral, las buenas costumbres y la fe pública. 

Pero en el Perú, de un tiempo a esta parte, los periodistas más soberbios, creídos, abusivos, intolerantes y prepotentes suelen ser algunas mujeres que se sienten algo así como las “guardianas de la bahía de la verdad y la sabiduría”. Han tomado la televisión y las columnas de opinión. Por cierto, sin mayores méritos intelectuales, más allá de haber egresado de alguna universidad de prestigio, poseer una buena red de relaciones personales o ser -o haber sido- medianamente agraciadas físicamente.Mientras que las feministas buscan la igualdad de derechos entre todo ser humano, las feminazis sencillamente repudian todo lo no femenino. Es decir, rechazan no solo al machismo, sino a todo lo que huela a “excesiva masculinidad”, satanizándola. Buscan, en suma, el afeminamiento en masa. Si el feminismo es inclusivo y democrático, la feminazi es intolerante y totalitaria: todo aquello que no es consistente con su prédica es machista, homofóbico y/o atentatorio contra la mujer. Y si un hombre se atreve a responderles, es todo lo anterior, misógino y fascista. Solo ellas pueden agraviar y “sanseacabó”.

Lo que es peor aquí es que cuando se quedan sin argumentos, porque el entrevistado no se deja apabullar y responde con inteligencia, terminan por mostrarse tal cuales son. Y, entonces, son ellas las que se levantan de la mesa. Porque cuando se acaban las razones, solo atinan a patear el tablero y se baten en retirada, con el rabo -o la teta- entre las piernas.