Del llamado Niño Costero tenemos cosas que aprender. No solo debemos criticar lo mal acertado del evento, sino la falta de tecnología y data climática local, necesaria para aplicarla dentro del país, por lo que se optó por recurrir a la información internacional.
El mal llamado Niño Costero no es el responsable de todos los fenómenos recurrentes climáticos del país. Sabemos que existen patrones climáticos como el Anticiclón de Pacifico Sur, nuestra Corriente Peruana, la humedad del Amazonas, la Zona de Convergencia Intertropical y otros patrones a escalas nacional que participan en nuestras vidas. Sin embargo, se sigue invirtiendo dinero analizando solo una sola variable.
Debemos asimilar que el verdadero nombre es El Niño Oscilación Sur (ENOS) e imperativamente debe haber acoplamiento entre el océano y la atmosfera. Si no solo serán eventos separados. Conozcamos nuestras limitaciones y sepamos exigir con el debido sustento la información científica.
Lamentalemente los peores desastres no son meteorológicos, sino morales. El mal llamado Niño Costero sacó a la luz lo peor de nuestra sociedad; una gran falta de solidaridad por los falsos pronósticos a una población golpeada; el egoísmo, al no conocer ni dejarse ayudar en la vigilancia del comportamiento climático; la inmadurez, al impedir un trabajo real en equipo dejando de lado a grandes actores que usan la atmosfera como hábitat de trabajo forzando la opinión a otras que no tienen el conocimiento ni el aval; y la irracionalidad, al no entender que las lluvias pueden ser positivas si las vigilamos con antelación y nos preparamos para siempre.
Tener calma es un imperativo ético. Planear nuestro futuro es obligatorio, porque va a llover sí o sí.