La razón de ser de los partidos políticos que aspiran a que sus miembros ocupen cargos públicos es que de por sí representen a miles de ciudadanos que concuerden con su ideología y las propuestas que traen para, de llegar al poder, aplicarlas en beneficio de los ciudadanos que en el caso del Perú, claman por seguridad en las calles, un sistema de salud pública digna de seres humanos, educación pública que haga de sus hijos profesionales competitivos y lucha implacable contra esa lacra llamada corrupción.
Dicho esto, y teniendo en cuenta que para las próximas elecciones generales habrá entre 44 y 47 agrupaciones políticas aptas para participar, sería bueno preguntar a quién representan los “líderes” de esos partidos y quiénes están en sus bases, más allá de averiguar qué propuestas traen para este país que luego de Pedro Castillo y Dina Boluarte, ambos puestos por Vladimir Cerrón en la plancha de Perú Libre, va a quedar con sus eternos problemas mucho más agudizados.
Por ejemplo, a quién representa el señor que tiene una empresa muy exitosa que hace frazadas con la figura de un tigre o uno de los hijos castillista de un excongresista aprista que tuvo su canal de televisión y ahora es acusado de estafa por sus extrabajadores. Tengamos en cuenta que en el Perú, para formar un partido político se requieren firmas de adherentes que se consiguen parándose en una esquina a ofrecer paquetes de galletas o bolsitas de maní a quien estampe su rúbrica en un planillón.
Mucho cuidado que lanzarse a pedir el voto de los ciudadanos con la idea de ponerse al frente del Perú bajo el paraguas de partidos que en realidad no existen más allá de su logo y de un “líder” y que carece de ideología, propuestas, cuadros técnicos y todo lo que se necesita para gobernar un país tan complejo como el nuestro, donde hace falta gente honesta y capaz que habría que ver si está dentro de agrupaciones que nadie conoce y a nadie representan.
Recordemos a gobiernos como los de Ollanta Humala, PPK y Pedro Castillo, que llegaron al poder con partidos improvisados o armados con tripley y cinta adhesiva. Y ni qué decir de la actual mandataria. Son las consecuencias de cometer la tremenda irresponsabilidad de salir a pedir votos sin nada que ofrecer, creyendo que la pose, el nombre, la “historia de éxito” o el sombrerito en la cabeza son suficientes. El Perú ya no está para nuevas experiencias de este tipo.