Ha sido una ofensa para la memoria de los fallecidos por el COVID-19 y de sus familiares, que ayer en su mensaje al país el presidente Martín Vizcarra se haya referido al incremento de camas para los contagiados y que ofrezca una vez más el “aseguramiento universal en salud”, cuando el año pasado prometió algo similar que a la hora de la verdad de poco o nada sirvió, debido a las deficiencias en el sistema que estallaron en la cara a quienes fallecieron en la puerta de un hospital.

Parecía el discurso de un ganador, de un líder que había sido capaz de derrotar la pandemia, cuando los números no mienten y todos sabemos que nos encontramos en medio de una tragedia en que la gente se ha muerto sin recibir atención, medicinas u oxígeno. ¿Hubo mea culpa? Ni por asomo. El jefe de Estado nos habló como si lo que se ha hecho en estos meses hubiese sido suficiente. Además, prometió el demagógico Servicio Integral de Salud (SIS) para todos.

De qué vale a los peruanos tener un carné del SIS si al llegar a un hospital no habrá atención, o si llaman al 113 nadie les contestará para que al menos les manden un Paracetamol destinado a paliar los malestares causados por el coronavirus. El mandatario parece estar en el mundo ideal, donde con anunciar el aseguramiento y firmar un documento, se arreglaron todos los problemas. La pandemia parece no haberle mostrado la realidad de nuestro sistema de salud.

El mandatario nos habló también de poner en marcha hospitales en Pacasmayo, Puno y Chalhuahuacho (Abancay), así como diversos centros de salud, iguales a los que ofreció el año pasado y que en tiempos de pandemia nadie sabe dónde están.  Lamentable que trate tapar miles de tumbas ocasionadas por el COVID-19, con un recuento de “logros” y más promesas. Lo único aterrizado en salud fue la implementación de un sistema de atención en temas mentales. Ojalá cumpla.

El eje de la salud era vital en el mensaje. Penoso que el mandatario se haya dedicado a tratar de aparecer victorioso gracias a medidas que han sido insuficientes o tardías. Oscuro mensaje para un presidente que ya se va y que pudo ser más honesto, empático y humilde antes de querer vendernos gato por liebre cuando mientras hablaba desde el Congreso, había miles de peruanos agonizando por falta de camas y oxígeno medicinal.