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Pasado el referéndum con sus secuelas de euforia política, ya estamos en plenas fiestas. Faltan dos días para recibir la Navidad. Mucho tráfico y gente en las calles indican ganas de buscar un hermoso regalo, aunque lo hacemos con preocupación y temiendo por la seguridad. No todos están felices, no todos tienen dinero para la alegría de cada entorno. Y más. No hay confianza en las calles, pero tampoco sobre lo que vendrá para el país en este 2019 acelerado e incierto. El optimista discurso del presidente Martín Vizcarra y su popularidad creciente no significan necesariamente tranquilidad; significan empoderamiento y voluntad, pero no certidumbre respecto del futuro inmediato. Hay mucha energía para imponerse en la lucha contra la corrupción, lo que es tan importante como mantener el equilibrio y la autonomía de los poderes dentro de una democracia que no solo viene de encuestas y apoyo mediático.

Y en las calles muchos se indignan por los demasiados culpables y piensan que todos deberían estar ya en la cárcel. Con tanto justiciero, el debido proceso cede ante odios y temores que llevan a excesos. Para evitar los errores judiciales, están las instituciones. Nos toca fortalecerlas para que ningún avasallamiento antidemocrático sea posible. A comenzar por los medios que exaltan simpatías pero también rechazos y repulsiones. Nos toca conectar con el espíritu de la Navidad, con el abrazo y el afecto para todos, con la idea de armonizar para llegar a objetivos. La confianza es parte de la fe; a eso tenemos que llegar. Esperemos que este espíritu permanezca. Y en cuanto al 2019, ojalá encontremos el equilibrio en la información para conectar más con la verdad y con la razón, y menos con las emociones y las denominadas “verdades alternativas”. Un gran abrazo con el Perú, el cual lo deseamos desarrollado, justo, ético y sin corrupción. ¡Feliz Navidad para todos!