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El espectáculo que en los últimos días viene dando el Ministerio Público es patético. Es un papelón, ya que resulta evidente que existe una guerra de todos contra todos, donde la única que sale perdiendo es la lucha contra la corrupción y en especial el caso “Lava Jato”, el cual no avanza debido a que sus protagonistas andan sacando las garras y defendiendo sus parcelas de poder por razones que sería muy bueno conocer en algún momento.

La semana pasada, dimos cuenta en Correo del pleito que existe en el Ministerio Público, tras la difusión de los “audios del escándalo”. Ahí están el fiscal de la Nación, Pedro Chávarry, quien sigue agarrándose con uñas y dientes al puesto, y el saliente Pablo Sánchez, con casi nulos avances en el caso “Lava Jato”. Asimismo, tenemos al magistrado José Domingo Pérez, quien disparó contra Sánchez y Alonso Peña Cabrera, al tiempo de pedir la salida de su jefe máximo.

Ahora se suma la denuncia del propio Chávarry, quien ha afirmado ante el Congreso que el defenestrado Hamilton Castro no cumple con entregar la documentación sobre sus gestiones secretas y sus pocos avances en el caso “Lava Jato”, que -por si no lo recuerdan algunos de sus amigos- implica a todos los expresidentes que hemos tenido desde el 2001 hasta el 2018. Incluso, afirmó que ha pedido la intervención de Control Interno para salir de este impasse.

Queda claro que el fiscal Chávarry ha iniciado su gestión muy debilitado debido a sus mentiras tras la difusión de los audios que lo vincularon con el suspendido vocal supremo César Hinostroza; no obstante, si ya está claro que va a continuar en el cargo, sería bueno que tome las riendas de la institución que tiene bajo su mando para no estar dando esa terrible imagen que vemos durante estos días, en que parece que nadie manda, y todos dicen y hacen lo que quieren.

En un país donde campea el delito de todo tipo, incluyendo la corrupción que a todos nos indigna, una de las instituciones que es puntal en la lucha contra esta lacra no puede andar en pugnas internas ante los ojos de todos los peruanos. ¿Qué garantía tenemos de que las cosas se van a realizar bien, dentro de la legalidad y con celeridad, si adentro priman la zancadilla, el puñal y el trapo sucio que se expone por las ventanas que dan a la avenida Abancay? ¿Quién pone orden?