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Por fin el Congreso actuó con la energía debida y mandó a su casa por 120 días -y no solo por 60 como se planteó en un inicio- a la congresista del Frente Amplio María Elena Foronda, por llevar a trabajar a su despacho a la sentenciada por terrorismo Nancy Madrid Bonilla, quien aún no paga la reparación civil que se le impuso por su accionar criminal, llevado a cabo contra los peruanos y el Estado que absurdamente le pagó su sueldo mientras laboró en el Parlamento.

El Poder Legislativo que tenemos es, en líneas generales, una vergüenza. Lo he señalado muchas veces en este espacio. Sin embargo, con las 65 adhesiones que ayer permitieron suspender a la congresista de izquierda, se ha hecho un desagravio a las víctimas de la banda terrorista integrada por Madrid Bonilla y encabezada por el asesino Víctor Polay Campos, responsable de miles de muertes y de la pérdida de millones de soles.

Es verdad que la legislación antiterrorista es débil y tiene muchos vacíos. Por ello, la máxima sanción que se podía dar a Foronda a nivel ético era suspenderla por 120 días. Esto se ha conseguido pese a la absurda defensa de esa izquierda parlamentaria que no es capaz de actuar con firmeza ante los responsables de horrendos crímenes. Irónico que esos personajes que hoy son benevolentes con terroristas se promocionen como defensores de los derechos humanos.

Si los miembros de las bancadas de izquierda creen que la sentenciada por terrorismo Madrid Bonilla -responsable de las brutales “cárceles del pueblo”- merece una nueva oportunidad y que tiene derecho a ganarse la vida tras cumplir su condena de 18 años, pues contrátenla en sus negocios o para que labore en sus casas, pero no en el Estado que esa misma mujer quiso dinamitar cuando ilegalmente empuñaba un fusil.

Los peruanos deberían recordar muy bien los rostros de los congresistas de izquierda que ayer han sacado cara por Foronda, tanto en el debate del Pleno como en la conferencia posterior. Los terroristas en el Perú han masacrado a gente inocente, incluyendo a campesinos, estudiantes, homosexuales, niños, mujeres y demás personas a las que precisamente la izquierda dice defender. Esto es, realmente, el mundo al revés.