El título de mi columna de hoy es también el del libro del suscrito recientemente publicado por el diario Ojo, emblemático medio de comunicación nacional. Su edición se ha realizado en oportunidad de la histórica visita del papa Francisco al Perú, que se inicia hoy y va hasta el domingo 21 de enero. La última vez que nos visitó un papa fue en 1988. En esa ocasión recibimos a Juan Pablo II en su segundo viaje al país. Ahora -luego de 29 años- se trata del primer sumo pontífice americano -el último no románico o europeo fue el sirio Gregorio III (741 d.C.)- y el primero de la Compañía de Jesús, la Orden de los Jesuitas, fundada por Íñigo López de Recalde, conocido universalmente como San Ignacio de Loyola. Francisco viene de Chile, donde tuvo una estadía difícil debido a diversas manifestaciones laicales anarquizantes, pero también de sectores de activistas y de otros que reclaman justicia por los casos de abuso sexual cometidos por miembros del clero chileno. En nuestro país esperamos que sea distinta. Somos un país, más allá de su histórico catolicismo, bastante religioso; además, el Papa ha marcado distancia del caso de Luis Fernando Figari al ordenar días atrás la intervención de la organización religiosa Sodalicio de Vida Cristiana. La clave para neutralizar las protestas es que la Iglesia se muestre firme y decidida a combatir la impunidad. Francisco lo sabe y desde que lidera las riendas de la Iglesia no oculta nada, incluso enfrentándose a la compleja Curia Romana. Llegará en momentos en que los peruanos mantenemos una vida nacional muy polarizada por la coyuntura política, donde se ha venido imponiendo un clima de marcados desencuentros. Su presencia y su mensaje serán un completo reto para los peruanos, y más aún cuando nuestras autoridades han denominado al 2018 como el “Año del Diálogo y la Reconciliación Nacional”. Los discursos del papa Bergoglio no serán solo para los católicos. Eso es lo relevante en el Vicario de Cristo, que se muestra ecuménico en su actuación como pastor universal.