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Hoy o mañana debe confirmarse el triunfo de PPK y este partido tendrá que erigirle un monumento a José Chlimper. ¿Por qué? Lo explicamos. El jueves 26 de mayo CPI divulgó una encuesta con 54.2 para Keiko y 45.8 para PPK, poco más de 8 puntos a favor de la primera. Ipsos Perú confirmó la magnitud de esa diferencia con 53.1 para Keiko y 46.9 para PPK el domingo 29. A 7 días, ventaja de 6.2. La información, recogida el 26 y 27 de mayo, no contemplaba aún el impacto brutal que tuvo en los indecisos la aberración cometida por el único candidato a vicepresidente de FP. La noche del viernes 27, el dueño de Drokasa admitió que entregó dos USB con información del caso Joaquín Ramírez/DEA a C-5. Las dudas monumentales que dejó sobre si de él provino el audio manipulado fueron suficientes para explosionar en un sector marginal pero importante del electorado el ingrato recuerdo de las mañas, argucias y componendas que con tanta fruición había cultivado el fujimorismo con la prensa en los 90. No era lo mismo, pero era. Y activó en el inconsciente colectivo con estrenadas luces de neón la palabra corrupción. Freud en campaña. El miedo en cadena justo cuando, con artilugios y veleidades, los asesores habían logrado meter bajo la alfombra el caso Joaquín Ramírez, y justo cuando la marcha “Keiko No Va” y el apoyo de Verónika se diluían en el discurso simplón y vacuo de siempre. En una semana se gestó un nuevo escenario con PPK ganando un punto por día. No le atribuyo mérito a la izquierda y sí al desempeño renovado y contestatario del segundo debate que PPK ganó sin objeciones. La culpa es de Keiko por mantener al impresentable Ramírez y, claro, de Chlimper. Por lo que hizo y por de quien venía. Para él, los vítores, las graderías rendidas, el cierre del telón.