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Imagine usted que delega la organización de la fiesta más importante de su vida a una de esas empresas especializadas en eventos y paga una fortuna para que no se le escape ningún detalle. Ello incluye por supuesto que el local, la cena, la música, la decoración y la atención deben ser como la ocasión lo exige: de primera. Ah, y para evitarse molestias también encarga la convocatoria de invitados, previa conversación en la que se detalla quiénes merecen compartir la celebración. Sobre todo se resalta que entre los convocados no exista alguno que pueda malograr el festejo; esos que con cuatro copas reviven broncas del pasado o los que le recuerdan al festejado alguna deuda pendiente de amor o de dinero. Pero sucede que el día central, y luego de tanta inversión y advertencia, en el mejor momento de la noche, sucede lo que nadie quiso. Alguien que el organizador pensó que merecía estar en el bailongo le dice la vela verde al cumpleañero y todo termina en un desastre total. Al agua la inversión. Lágrimas, lamentos y malos recuerdos quedan de un evento que podría haber sido inolvidable. Pero dejémonos de celebraciones ficticias. Mudémonos de cancha; vayamos a la vida real y a la fiesta que a todos nos interesa en estos momentos: la del fútbol. Esta celebración incluye al canal que pagó millones de dólares por los derechos, a los auspiciadores que apostaron por el evento y a una invitada nada grata para las tribunas y el negocio: Magaly Medina. La semana que pasó, los directivos de Latina decidieron apartarla de sus filas “al no coincidir con la visión y tratamiento de temas muy relevantes para nuestro canal y el país. La participación de la señora Medina se definirá una vez concluido el Mundial”; así se lee en un comunicado oficial. En pocas palabras, los “señores latinos” recién se dieron cuenta hace algunos días de que una de sus principales figuras no tenía empatía alguna con la estrella principal de la selección de fútbol local, que atraviesa por momentos terribles en su carrera. Recién se percataron de que existía una figura incómoda que tenía un asunto personal sin resolver con el deportista y que podía explotar en cualquier momento. Y sucedió. La fiesta por la que han pagado millones y está a punto de iniciarse peligraba, y lo más fácil fue apartar de la celebración a la invitada que no debió estar en la lista. “Business son business”, pensaron los del canal. Aquí no hubo un atentado contra la libertad de opinión; aquí solo había que salvar el festejo a cómo de lugar. Y lo más fácil fue decirle “hasta luego” a Magaly hasta que acabe la farra. Si regresa, es otra historia.