Fuerza Popular
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El JNE autorizó, a través de una resolución, el cambio de nombre de la agrupación política que lidera Keiko Fujimori. Según ella, lo que buscan "es un logo permanente en el tiempo a través de una propuesta renovada, plural y democrática". Muy bien; pero si de veras quieren ser tomados en serio, no pueden olvidar que la carrera por alcanzar el futuro es también la carrera por huir de los errores del viejo fujimorismo, que seguirán pegados a sus talones, como los lobos acosando al caminante que huye de ellos.

Cierto es que Fujimori nos devolvió un país viable y que existe un inmenso lado positivo que solo un canalla moral podría negar; pero ninguna excusa, ni siquiera la del terrorismo, puede justificar el acaparamiento del poder, el envilecimiento de nuestras instituciones y las monstruosidades de Montesinos. De estos fantasmas del pasado que aún transitan por los lóbregos corredores del subconsciente colectivo, es precisamente de lo que el nuevo fujimorismo se tiene que librar. Para lograrlo, la autocrítica tiene que ser serena pero también implacable, para luego asumir un nuevo proyecto social que, sin dejar de ser fujimorista, abjure de su lado oscuro.

Esta revisión crítica, para ser creíble, debe ser cierta. Construir un fujimorismo moderno, conceptualmente preciso, moralmente sólido y capaz de ganarse el respeto de los peruanos, no va a ser sencillo. Para esto, tienen que estar dispuestos a arrojar dogmas, prejuicios, viejas banderas y, cómo no, también algunos hombres. Por supuesto, siempre tendrán la alternativa de dejarlo todo como está; pero cuando se tiene un partido capaz de acercarse a un tercio del electorado en primera vuelta, lo que debe interesarles es pasar a la ofensiva... y deben ser conscientes de que pueden hacerlo. De otra manera, se quedarán permanentemente a la defensiva, a merced de sus difamadores. Y ya sabemos a dónde conduce tal estrategia.