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La eliminación de Perú de Rusia 2018 no debería dejar pasar importantes lecciones del proceso vivido con la selección de Gareca y su inesperada clasificación a dicha gesta. Más allá del reconocimiento a un gran grupo humano, una de las principales lecciones es la importancia que tiene para la imagen del país en el mundo la presentación digna y apoteósica que ha tenido la selección en este certamen. La estrechez de los resultados y en especial el nivel competitivo mostrado han permitido reposicionar la “marca Perú” como no podría hacerlo ni la más creativa de las campañas publicitarias. Si a esto añadimos el espectáculo de la masividad de hinchas que acompañaron a la Blanquirroja en Rusia, el impacto ha sido muy fuerte. Y debería ser, más que un punto de llegada, un punto de partida para empezar a vernos diferentes ante el mundo. Para ello, será imprescindible incorporar cambios en el fútbol local, tales que obliguen por ejemplo a los clubes a participar en primera división si cuentan con desarrollo competitivo de divisiones inferiores y con presupuestos asegurados. Sin embargo, además sería conveniente que el fútbol sea visto como política de Estado, no como intervencionismo sino como estímulo, por ejemplo, a que la empresa privada meta dinero a los equipos. Si hay que incorporar mecanismos de “fútbol por impuestos”, bienvenido sea. Lo invertido en este deporte dará frutos a todo el país y la experiencia reciente debiera dejarnos claro eso. Para bien o para mal, el fútbol ha demostrado no solo ser nuestro mayor catalizador social, sino nuestra mejor carta de presentación ante el mundo. Invirtamos en él, mejoremos la seguridad en los estadios y potenciemos los equipos. Compremos futuro. Ya vimos que podemos. El fútbol es nuestra mejor marca Perú.

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