La prensa internacional, incluida la australiana, ve a Ricardo Gareca como un entrenador con las cualidades mágicas de David Copperfield. Y es que el “Tigre” ha sabido sacar agua de las piedras y -pese a contar con un campeonato local intrascendente, mediocre- conformó una selección nacional competitiva que hoy puede contentar a todo el país si logra ganar el repechaje frente a los “canguros” y se instala en el mundial de Qatar 2022.
En verdad, estos logros del DT argentino al mando de la Bicolor no llegaron por arte de magia. Claro que no. Tienen como soporte técnico, en primer lugar, una palabra que en el ámbito político es pisoteada a diario: la meritocracia. El “flaco” apeló a los mejores, los mimetizó con el objetivo, desplegó capacidad y el “pensá” en medio de los partidos implica también piensa en ti, en tu familia, en el Perú; no en tus bolsillos.
Y aquí ya estamos hablando además de liderazgo, tan escaso por ejemplo en el actual inquilino de Palacio de Gobierno, que juega a las escondidas con los periodistas, no exhibe la mínima estrategia para derrotar urgencias como la inseguridad ciudadana, faulea la confianza de la población nombrando funcionarios requisitoriados y prestos al delito… y una retahíla de cuestionamientos que él mismo encabeza como supuesto cabecilla de una red criminal.
“El mensaje de fondo es que el verdadero mundial no se juega en Qatar, ni se jugó en Rusia; se juega cada día en la familia, en el trabajo, en la calle y sobre todo en el Congreso y el Ejecutivo”, dice el psicólogo social Jorge Yamamoto al hablar de “Contigo Perú”. He ahí el meollo del asunto. Un mal gobierno resulta una patada artera a los intereses nacionales, incluido el fútbol.